27 de abril de 2007

AL INODORO



Cuando me despierto de mi dulce dormitar
corro al excusado, me entran ganas de evacuar,
apenas he salido de mi larga ensoñación
siento que me viene un súbito apretón
y hago mis necesidades, pues me pretendo aliviar…
me encamino al habitáculo
donde encuentro el inodoro
que con su receptáculo
recoge mis desechos con decoro;
y cuando acomodo mi tras
el, agradecido, suelta un gas
gas que es el preludio de lo mayor
que no sin cierto olor se hace paso sin pudor…
y de repente, cataclas, ya sale todo:
finalizado y relajado, ¡ya no me incomodo!
y cuando mi fisiología ya ha procedido
abandono el excusado, descansado y distendido,
siempre con cuidado en las postrimerías
pues mi cuerpo todavía se permite ciertas alegrías.
Bienvenido sea este práctico utensilio
que estratégicamente colocado en el domicilio
todos los días viene en nuestro auxilio;
loza blanca que con tu resistencia
aguantas nuestras variopintas posaderas
pilar de roca que con paciencia
recibes materiales de muy bajas raleas
que te ensucian y son harto olorosas
pero llegan unas aguas poderosas
que restablecen el orden de las cosas
aunque a veces alguna cosa no se ordena
y la escobilla realiza su faena.

Pero este invento tiene su historia,
revisémosla y hagamos memoria:
En principio fue un orinal,
la matula romana fue el invento original
y hasta el s. XVIII ha sido el asiento principal
y como nuestros antepasados no eran muy decorosos
a las calles echaban los desechos olorosos.
En las ruas había un hedor insoportable
pues los excrementos no eran movilizados
así es que la autoridad obligó al respetable
que evacuara en unos canales a propósito instalados.
Algo después, unas tinajas se utlilizaron
que en los ríos se vertieron y mucho contaminaron.
A finales del XIX se encontró una solución
el inglés Crapper mejoró la situación:
Sobre el retrete con su tapa previamente ideado
colocó una cisterna con agua de modo adecuado:
las inmundicias llegaban a los ríos mas diluidas
aunque a estas aguas seguían siendo vertidas;
pero además, en un alarde de invención
este personaje diseñó el sifón.
Solo este asunto realmente ha mejorado
cuando en las ciudades se ha instalado
el alcantarillado,
cuando el siglo XX ya estaba muy avanzado…
y aquí termina la historia
de este bien de la humanidad
en un afán sin pena ni gloria
para eliminar nuestra suciedad.

Y como estas rimas están hechas con mucho miramiento
tengo ahora la perversa tentación
de escribir sin ningún tipo de remordimiento
mierda, pedo, culo, pis y un gran cacón.

9 de abril de 2007

CONCIERTOS


Soneto al caramelo de concierto

Caramelos de conciertos
envueltos en su celofán
cerrados mejor que abiertos
mejor en las tiendas están

¡Ay! doñas Benildes, so irresponsables
viciosas de caramelos
que se hacen largos y duraderos
para tormento y zozobra del respetable
En la puerta del auditorio
hay que poner un detector
que descubra esos envoltorios
¡Ay! si nuestros compositores con su talento
contemplaran tan sonoro acontecimiento
¿compondrían para tan insólito instrumento?

¿Quién no ha deseado alguna vez un caramelo en un concierto?

Pues si que tienes razón
con esa intrépida observación:
A veces nos entra la tentación
de echar mano de tan sonoro instrumento
en un determinado momento
cuando es muy largo el acontecimiento
pero como somos respetuosos,
discretos y decorosos
no entorpecemos a los ejecutantes
de músicas tan extensas pero siempre emocionantes.

Los niños a los conciertos… ¡no!

Se ruega a los padres consentidores
con sus traviesas y sonoras criaturas
no los lleven a conciertos prolongados y de mayores
pues molestan al respetable con sus diabluras
Los retoños se aburren y con razón
¡Ay!, a estos progenitores hay que darles un toque de atención:
Lleven a sus niños al Conciertazo
que allí los infantes al ver a Don Fernando
disfrutan, ríen y agitan los brazos
y algo de la música se les va quedando….

La fisiología del respetable

En los conciertos de música clásica es inevitable
que se manifieste la fisiología del respetable.
Veamos, me voy a explicar;
todo tipo de ruidos orgánicos se dejan escuchar:
Entra dentro de lo normal y es hasta necesario
que entre tiempo y movimiento
el público se relaje en ese momento
con toses, bostezos y comentarios varios;
pero lo que no se debería consentir
es que durante la sonora ejecución
se oyeran ruidos ambientales ajenos a la musical actuación
en un continuo y molesto devenir.
ABSTENERSE: tosedores habituales
impertinentes estornudos ocasionales,
catarros y enfriamientos circunstanciales,
celofanes de caramelos banales,
señoras con sus cuchicheos y abanicos estivales…
Y cuando los pianos y pianísimos se escuchan en el local
un inoportuno móvil destaca sobre la obra musical.
Existe una obra para este público poco cortés:
se les recomienda que asistan a la audición de "cuatro treinta y tres".