2 de noviembre de 2010

LA OPOSITOCRACIA




En la antigua democracia griega, como es sabido
el pueblo gobernaba más o menos la nación;
ha pasado el tiempo y el sistema se ha expandido
y como todo, ha tenido su evolución.

Los pueblos para ser gobernados con talante
necesitaban unos representantes
y de esta forma surgieron para bien y para mal
los inefables partidos y su sistema electoral.

Lo que en un principio podría resultar
en este difícil arte del bien gobernar
ha ido poco a poco cayendo en degeneración
ha surgido el abuso de poder y la corrupción.

Para poder adecuadamente encauzar
la tan traída y llevada voluntad popular
se ha descubierto que la mejor solución es votar:
“Una persona – un voto”, este es el lema
y así parece que funciona el sistema
y para convencer a los sufridos votantes
los políticos hacen campañas muy constantes:

En las primeras campañas electorales
abundaban carteles, mitines y actos sociales
pero en estos tiempos inundados de información
pronto en su provecho utilizaron la televisión.
Y actualmente, de manera insistente
anteprecampañas, precampañas,
campañas y postcampañas
sufre el resignado televidente.

Además, nuestros actuales políticos
tienen una única preocupación
conseguir el máximo de votos
la “ley del voto” es su obsesión:

Puedo prometer y prometo
que os daré todo lo que necesitéis
y por consiguiente yo espero
que todos vosotros me votéis.

Y de esta manera y para nuestra desgracia
la prometedora y justa democracia
se ha convertido en la interesada partidocracia.

Para remediar esta incómoda situación
yo propongo una audaz y creativa solución;
la opositocracia debe entrar en acción:
Los gobernantes de una nación
deben ser elegidos después de realizar un adecuado concurso-oposición;
así se suspenden los inoperantes partidos
y los preparados opositores serán justamente elegidos.